CAMBIAR DE BARRIO ES BUENO
Después de darles las buenas noticias a las chicas me fui a mi casa. Hacía días que no la pisaba. Aún sufría de jet lag y estaba cansadísimo. En Nueva York apenas pude dormir, la excitación del momento y Sonia en la misma cama eran la peor de las combinaciones si pretendía dormir.
Nada más entrar en casa abrí todas las ventanas y subí las persianas. La casa de Neus seguía cerrada a cal y canto. Aquella maldita criatura me había girado el cerebro de tal manera que no podía pensar en otra cosa más que en ella. Tenía que cambiarme de casa, allí era imposible olvidarla.
Puse música, abrí una cerveza, encendí un cigarrillo y me senté en el sofá. Encima de la mesa aún estaba la carta de Neus. La leí de nuevo y volvió a emocionarme; quizás no mentía y era cierto que volvía a ser la misma persona de antes, pero ya no me fiaba de ella. Ya no me creía nada de ninguna mujer, me habían hecho demasiado daño y estaba resentido.
Le di al play del contestador automático, había un mensaje de la agencia inmobiliaria. Querían enseñarme un sobreático con terraza por la zona de Sants. Les llamé y quedé con ellos para verlo al día siguiente. Me acerqué a la dirección que me había dado la chica. Era la calle Badal, el edificio parecía más o menos nuevo y era enorme. Solo en ese edificio debían vivir casi los mismos vecinos que en toda la manzana donde vivía en el Barrio Chino. La calle era anchísima, parecía una autopista. El tráfico era infernal; había dos carriles de subida y dos de bajada separados por una mediana. Para cruzar la calle tenías que hacerlo a través de un puente que llegaba a la altura del segundo piso. Cuando cruzabas podías ver a los vecinos dentro de su casa viendo la tele.
La zona me echó un poco para atrás pero quería ver el piso, quizás me llevaba una agradable sorpresa.
Llegó una chica vestida con un traje chaqueta azul oscuro con una acreditación colgada de la solapa: Era la vendedora de la inmobiliaria y se llamaba Marta.
– Buenos días, señor Max, ¿hace mucho que espera?
– Acabo de llegar ahora mismo, Marta. Puedes tutearme, lo de señor no me gusta nada, me hace mayor.
– Está bien, Max. Subamos a ver el piso, creo que te gustará.