Llegué a la por entonces llamada calle Blay, hoy en día carrer Blai, procedente de La Barceloneta, lugar donde nací hace demasiados años para mi gusto.
Mi padre era propietario de un restaurante llamado La Tortuga, lugar donde se reunía la flor y nata de la intelectualidad barcelonesa, situado en la Gran Vía esquina Villarroel.
La esquina o chaflan no era de su propiedad por lo que al adquirirla Nuñez y Navarro tuvo que marcharse del lugar para abrir un nuevo restaurante en el carrer Blai.
Allí nos trasladamos toda la familia para iniciar una nueva aventura.
Llegué al Poble Sec con apenas seis años, aunque Jaume mi amigo desde entonces dice que teníamos cinco años cuando nos conocimos, quizá tenga razón, la memoria me falla después de tanto tiempo y un año no es nada si lo comparamos con la cantidad de años que hace que nos conocemos.
Yo iba cada día en el autobús 57 a la Salle Barceloneta hasta que me echaron del colegio por no asistir nunca a las clases, prefería hacer campana con el Teixi, un pelirrojo más malo que la tiña, aunque yo no le iba a la zaga.
Mis padres me matricularon en el Almi-Balmes del Poble Sec y dejé el 57 para siempre.
La primera personita que conocí en el Poble Sec fue a mi amigo y hermano Jaume Perejoan. Éramos muy pequeños y lo único que hacíamos era corretear por todo el barrio jugando con la pelota o montando en bici.
De mi amistad con Jaume hablaré largo y tendido más adelante ya que nuestras conjuntas aventuras son interminables, darían para escribir un libro llamado: «Las aventuras y desventuras de dos cabezones en las frías calles de la Barcelona de los años setenta».
En la acera de enfrente de mi casa vivía Jaume, pero también vivía Lidia, Eva y Xavi, tres hermanos muy peculiares, ellos llegaron de Hostafrancs, el barrio gitano de Sants.
El abuelo de los tres, El Nen Petit, era primo del cantante Peret y vivía en el entresuelo, ellos con sus padres en el primero segunda, y Jaume en el primero primera, justo en el mismo rellano.
Es decir que muy pocos metros me separaban de mis nuevos amigos a los que visitaba mucho y comía, o cenaba, o merendaba en su casa mientras veíamos algo por la tele.
Lo mismo ocurría con Cristina, una chica muy mona que vivía en mi mismo edificio. De los dos locales que había en el edificio, uno era el de mis padres y el otro de Helena, la madre de Cristina y de Marta.
Me hice también muy amigo de Cristina, de hecho me gustaba mucho pero yo a ella no tanto. Helena, su madre nos daba de merendar o de cenar y nos ponía música, también nos contaba historias divertidas, y nos dejaba fumar un cigarro después de cenar, una aberración hoy en día, pero algo normal en los años setenta. Vivían en la parte de arriba de la tienda, por aquel entonces muchos locales del Poble Sec, disponían de vivienda encima del local. Mi vecina Helena tenía una mercería que por desgracia desmontó, hoy en día sería una pieza de museo de lo más bonita. El abuelo de Cristina vivía con ellos y tenía otro local al otro lado del bar de mis padres, era un taller de maquinas de coser, por supuesto todas manuales, la electricidad era ajena a aquellos artefactos.
Helena nos llevaba a Cristina y a mí a eventos de lo más variopintos, era una señora muy divertida que educaba a sus hijas con una mentalidad muy abierta. El acto al que nos llevó que recuerdo como si fuese ayer fue a una manifestación, por supuesto ilegal, era en la plaza de Sant Jaume y serían las doce de la noche. Nos juntamos frente al ayuntamiento como mucho unas quinientas personas para chillar la consigna de que pusiesen la bandera de Cataluña. Hasta entonces solo estaba la de Barcelona y la de España, y justo a las doce de la noche entraba la ley de poner las tres banderas.
Eran tiempos de cambios políticos y sociales que los vivimos con la alegría típica de nuestra edad.
En mi misma cera vivía Inma, una chica muy guapa que por desgracia murió muy joven, Inma era amiga de Lidia y de mi prima Aurora. Mi prima Aurora venia con mis tíos, Pepe y Mercedes, su hermano Josep y su hermana Merceditas, venían todos los domingos de visita y pasábamos el día juntos jugando en la calle o en el bar de mis padres. También venían mis tíos Jaime y María con mis primos Santi y Ana.
Por la tarde se cerraba el bar y ponían música y bailaban mientras los pequeños mirábamos atónitos comiendo ganchitos, patatas chips y bebiendo refrescos.
En la foto de abajo estoy con la Starlette Silvia Son, clienta del restaurante de mis padres. Si haces clic sobre la foto irás a otro artículo donde cuento cosas sobre los curiosos clientes del restaurante.
Pasaron los años y fui creciendo junto a mis amigos, tanto física como mentalmente.
Poco a poco fueron apareciendo nuevos amigos de la misma calle, como Eva «La Pequeña», Juan, un chulito que tenia una Derbi paleta que se hizo amigo de mi primo Santi que tenía una Montesa, buenas piezas los dos.
Poco a poco fue creciendo el grupo de niños escandalosos que jugábamos todo el día en mi trozo de calle y los vecinos se quejaban mandándonos a jugar a la montaña «Montjuïc».
Llegó Ramón «El Ramonet», Jordi «El Harold» y Juan Carlos «El Fuma»
Hicimos un grupo de R&R ficticio en el que Ramonet y Fuma eran los guitarras, Jaume el Batería y yo el Bajo. Con el tiempo llegamos a creernos que eramos un grupo y nos fuimos comprando instrumentos.
Recuerdo la imitación de Gibson Les Paul del Ramonet, de color Cherry Sunburst igualita a la de su ídolo Jimmy Page. El Fuma no recuerdo si llegó a comprarse la guitarra pero a Jaume su abuela le regaló una Maxwin y yo me compré un bajo Arirang imitación Fender Precision.
Nos encantaban bandas como Led Zeppelin, Kiss, Queen, Deep Purple, Rainbow, Black Sabbath y fuimos de la primera hornada de los nuevos heavys más parecidos a los punkys que a los hipys que les gustaba la misma música.