
EVA
Me desperté más o menos temprano y me levanté con el pie izquierdo. No funcionaba el agua caliente de la ducha y se me había terminado el café. No tenía ropa limpia y no me quedaba ni un puto cigarro. Puse la lavadora y bajé a la calle a desayunar y a comprar tabaco. Me vestí con ropa que tenía guardada en una caja para llevarla a algún centro de ayuda a indigentes, no me sentía a gusto vestido así. A veces, para levantar el ánimo me daba una vuelta por el centro para comprarme ropa. Cambiar de imagen de vez en cuando me sentaba bien, por eso me deshacía de lo antiguo. Volver a llevar la ropa que deseché tiempo atrás me hacía recordar los malos momentos en los que ni ropa me podía comprar.
Desayuné en el bar Ramón. Todo el personal del bar también parecía de mala leche. Era un día de esos tontos en los que piensas que lo mejor que te puede pasar es que anochezca para irte a dormir y darlo por finiquitado. Llamé al trabajo para ver si tenían algo para mí pero no tenían nada. Ya podía dar el día por perdido. Me estaba acostumbrando a que me diesen pocos encargos y a que no me valoraran.
Me di un paseo por Las Ramblas, no veía nada bonito, todo me parecía feo: Indigentes pidiendo limosna, carteristas haciendo de las suyas, putas trasnochadas y chulos que les daban la bronca por no hacer suficiente dinero. En fin, todo una mierda.
Volví a casa y me tiré en el sofá. Puse la radio y me bebí un par de cervezas mientras escuchaba la buena música que siempre sonaba en Radio Juventud. Me quedé dormido, ya casi era de noche y tenía la cabeza muy espesa, aún no había comido. Tampoco es que tuviese hambre. No me encontraba bien, parecía estar al borde de la depresión. Bajé otra vez a la calle y entré en el primer bar que vi. Pedí una cerveza y vi entrar al camello por la puerta, le pillé un gramo; me apetecía ponerme hasta el culo esa noche.
Me daba rabia no poder dar la talla a nivel económico con mujeres como Lucía. Estaba harto de ser pobre y de que me explotaran por cuatro duros. Odiaba a los niños pijos que lo tenían todo sin haber hecho nada, sin dar un palo al agua. Eran tan afortunados que podían invitar a cenar en un lujoso restaurante a chicas como Lucía. Lo único que nos diferenciaba como personas, a parte del carácter y la educación, era solo que ellos habían nacido en una familia con dinero. Esos cabrones iban por la vida con unos aires de superioridad que a mí me sacaban de mis casillas. Cuando los veía por la calle, lo único que se me pasaba por la cabeza era pegarles una paliza y robarles todo lo que llevaban encima. Darles un buen palo para que se enterasen con quien se jugaban los cuartos. Nunca fui agresivo ni violento pero este tipo de gente siempre sacaba lo peor de mí. No era por envidia, era porque solían reírse de la injusticia social con esa cara de prepotencia que solo da el tener dinero y ser un maleducado.
Salí del bar y me metí en otro; cerveza y raya; en otro, cerveza y raya; así hasta que me pulí el gramo. Volví al primer bar, otra cerveza y otro gramo; así como una pescadilla que se muerde la cola.
No me gustaba la vida que llevaba y el estar con una mujer como Lucía hacía que viese todo lo que me perdía por ser pobre, y a la vez hacía que me hundiera más en mi propia miseria. Poco dinero y mal gastado, trabajar mucho para ganar poco. Así funcionaba mi cerebro cuando estaba puesto hasta las cejas. Nunca llegaba a ninguna conclusión, solo le daba vueltas a la misma cosa, una pescadilla mordiéndose la cola. Un pobre gastando como un rico, una rica que le gustan los pobres, un pobre que se caga en la puta madre que parió a los ricos, una y otra vez, raya tras raya, cerveza tras cerveza.
Me encontré con Eva.
– ¡Hola Max!, ¿Qué haces?
– Lo de siempre, Eva. ¿Quieres una cerveza?
Eva era una chica del barrio de toda la vida, de esas que cambia de imagen cada dos meses. Ahora le tocaba ser Hippie, se vestía como ellos y le gustaba Janis Joplin. El mes pasado era Heavy y le gustaba Iron Maiden, el mes que viene igual sería de la nueva ola. A saber lo que se le pasaba por la cabeza a esa chica. Por aquellos años a este tipo de personas se les miraba mal, ahora estas personas son modernas y están bien vistas.
Eva no era muy lista pero estaba buenísima. Tenía menos conversación que un zapato pero si la pillabas borracha podía terminar en tu cama dándolo todo. Estaba muy buena y era tonta del culo. La fórmula perfecta para pasar una buena noche sin problemas. Lástima que follaba reguleras, tirando a mal.
– Vale, Max. Me tomaré una cerveza.
– ¿Nos la terminamos y vamos al Boogie?
– Vale.
Esa era una de sus conversaciones más largas: sí y vale. El resto lo tenías que poner tú, era el precio que tenías que pagar por pasar la noche con ella. Todo lo que tenía de tonta, lo tenía de suelta y de fresca.
El Boogie era un bareto de lo más cutre. Lo regentaban dos socios. Uno de ellos era pakistaní, uno de los primeros que llegaron a Barcelona para montar un negocio. Se llamaba David y era enorme, parecía un gigante y era muy gracioso hablando.
– Dos cervezas, David.
Era un bar donde se juntaban Punkis y Heavis. Estaba lo mejor de cada casa, en aquella época. Corrían por allí todos los que tocaban en las mejores y peores bandas de Barcelona.
Un cliente asiduo del local era un chavalito heavy muy joven al que llamaban Cuervo. Siempre iba de negro y tenía una gran melena negra que le llegaba hasta la cintura. Por su aspecto podría decirse que venía directo de Londres. Siempre llevaba camisetas de Motörhead y Judas Priest, con botas blancas como Lemmy Kilmister y cinturones de balas. Las muñequeras de tachuelas se le veían muy grandes porque era muy delgado. Tenía cara de golfo barriobajero. Me recordaba mucho a mí cuando tenía su edad.
En lo único que coincidían los punkis y lo heavis a nivel musical era con Motörhead; cuando sonaba algo punk, se quejaban los heavis; cuando sonaba algo heavy, se quejaban los punkis. Cuando sonaba Motörhead todos movían la cabeza.
Recuerdo nombres como Jaume, el Pelos, Augusto el Judas, Andres el Perezoso, Jordi Herbert, Higinio, Sergio el Cabeza, Dimoni, Boliche, Puril, Damned y Fray. Este último era el cantante de Decibelios, en ese momento era el grupo que más se movía, hacían conciertos por todas partes.
Al fondo del bar había un pequeño cuarto donde un argentino al que le llamaban Pato, hacía tatuajes. Tenía éxito porque eran tatuajes de lo más currado, nada de amor de madre ni tatuajes talegueros que era lo que se llevaba entonces. Muchos amigos míos se hicieron su primer tatuaje en ese antro maloliente. Años más tarde corría el rumor de que unos cuantos contrajeron la hepatitis.
El lavabo del bar era una piscina llena de meados. Era, sin duda alguna el bar más sucio de toda Barcelona; quizás por eso tenía ese tipo de clientela. Era en el único sitio donde estaban a gusto, a su puto rollo; supongo que era el único sitio donde los soportaban.
Poco después David el Paki, abrió el Fantástico, un antiguo bar de putas reciclado a roquero. El joven Cuervo andaba por ahí recogiendo vasos y sirviendo cervezas por quinientas pesetas la noche. Todo un personaje el muchacho.
En la zona era el único bar de ese tipo. El resto de bares eran de putas: Decían que eran bares de alterne; una buena definición para ese tipo de negocio. En la actualidad ya no queda ni un bar de putas en la zona. Todos copiaron la idea de David el Paki y se transformaron en bares de rock and roll, con la cerveza más o menos barata y alcohol de garrafón.
Nos bebimos las cervezas y nos fuimos al Karma, por lo menos allí el lavabo no era un pantanal y podía ir uno a meterse una raya sin mojarse los calcetines con meados de punki borracho. Después del Karma, a Los Enfants, otro sitio cutre de la época. El suelo estaba lleno de agujeros y los sofás eran asientos de coches; seguro que los pillaban de coches abandonados en la calle. La música estaba muy bien, puro rock and roll por la vena.Eva llevaba una falda tejana, tan corta que se le veían las bragas al menor movimiento. Encima de la falda mostraba un chaleco con botones delante que dejaba ver su bonito ombligo y un buen escote adornado con collares de colores. Tenía unas bonitas piernas y unos pechos más que apetecibles, una gran melena le caía por los hombros. Le gustaba hacerse la mala para destacar en el barrio. Solía meterse en la cama con los más piezas para ser la más popular. Este tipo de chicas eran típicas en todos los ambientes. Su manera de destacar era esa, acostarse con todo bicho viviente para parecer moderna, era lo que se llevaba entonces.
– Max, ¿vamos al baño a meternos algo?
– ¿A meternos algo o a que te meta algo?
Siempre que le soltabas algo así, te respondía con una sonrisa. Era su manera de decirte que hicieras lo que te diese la gana, que ella se dejaba. Entramos en el lavabo y la puse contra la pared, le mordí el cuello y deslicé mi mano recorriendo todo su muslo hasta llegar a su entrepierna. Se dejó hacer, como siempre, era muy servicial.
– Pero, ¿hacemos las rayas o no?
– ¡Joder Eva! Tú… siempre a lo tuyo. Parece mentira con lo que te gusta que te metan mano.
– Sí, pero no aquí. Estoy harta de hacer la guarra en los lavabos, después vamos a tu casa y follamos pero ahora no.
Nos metimos las rayas y salimos a tomarnos otra cerveza. La música no estaba mal y había bastante gente. El manoseo que le di me puso de lo más cachondo y decidí llevarla a mi casa. Llegamos a mi casa y se sentó en el sofá con las piernas juntas. Su falda era tan corta que si no las juntaba se le veía todo. No entendía ese comportamiento: ¿Para que se hacía la puritana si sabía a ciencia cierta que venía a mi casa para meterse en harina? Era de esas que se hacen las estrechas y las difíciles pero que después, al mínimo toqueteo, ya estaban encima de ti medio en pelotas. Era su juego y había que seguir sus reglas si querías pillar cacho.
Puse un disco de Janis Joplin para que se sintiese a gusto. A ver si el mes que viene le seguía gustando. Tenías que tener una buena colección de discos de todo los estilos si querías cepillártela de vez en cuando. No era mi caso, yo pocas veces me aproveché de ella. Sí, digo aprovecharme porque ella parecía no disfrutar demasiado.
Se entregaba a fondo en la labor pero su cara decía que no disfrutaba. Lo hacía porque había que hacerlo; porque ya llegados a ese punto no se podía dar marcha atrás y, si se enteraban en el barrio que había rechazado a alguien, sus amigas la mirarían mal y la llamarían estrecha, no sería tan golfa como ellas. Todos jugábamos a eso, le seguíamos el rollo y nos encamábamos con ella. Sabíamos que no era el mejor plan pero a veces era el único. – Que buena es Janis, ¿verdad? – Sí, Eva, es buenísima.
Le contestabas de manera automática porque casi ni la escuchabas. Hablaba sin parar cuando quería hacerse la interesante y la entendida en música. Cuando no le interesaba el tema o simplemente no sabía de que le hablabas era como un zapato, no le sacabas una conversación ni tirándole de la lengua con unas tenazas.
Empecé a tocarle las rodillas y fui subiendo por sus muslos, ella empezó a sacarse el chaleco con cara ausente. Su expresión era la misma si se comía un rabo que si se comía un plato de macarrones; era totalmente inexpresiva y fría a más no poder. Pensábamos que era tonta pero no lo era, solo tenía esos pequeños detalles que nos lo hacían creer.
El no ser expresivo y el no tener conversación alguna no hacían tonta a una persona: Simplemente era una chica especial, de esas que cuando maduran cambian y se arrepienten de lo que hicieron cuando eran jóvenes.
Se sentó sobre mí y empezó a refregarme las tetas por la cara, yo intentaba chupárselas pero era difícil. Le gustaba jugar a eso, al ahora sí, ahora no. Llegaba a irritarte el puto jueguecito de los cojones; al fin y al cabo, lo que uno quería, era pegar un polvo y dejarse de juegos tontos de putilla de barrio. Si el juego te lo hacía una chica que realmente te gustaba, jugabas con ella si hacía falta pero si era con Eva, el tema se hacía pesado. Sabías cómo iba a terminar todo y ese juego sobraba y molestaba a más no poder.
– Eva, estate quietecita y no juegues.
– Si no te gusta, me voy a casa.
– Está bien, mejor que te vayas.
Se marchó a regañadientes. No estaba yo para juegos tontos. Estaba de mala leche y quería follar o estar solo. En ese momento su compañía me sobraba.
¡Toda la puta noche soportándola para esto!. ¡No me sale nada bien, coño!. ¡Me cago en toda su puta madre!. ¡Qué pesada y qué tonta es, cojones!.
Lo dije tan fuerte que creo que se enteró todo el edificio. Me salió del alma.
Me metí un Diazepán y me tiré en la cama, quería pasar página a aquel puto día. “Mañana será diferente, será mejor”, pensaba mientras se me cerraban los ojos. Sonó el timbre de la puerta, me levanté a abrir, ¿quién cojones sería a aquellas horas? No podía ser nada bueno.
– Eva, ¿qué coño haces aquí, no te ibas a tu casa?
– Perdona Max ¿Puedo pasar?
– Anda entra y siéntate. Te traigo una cerveza.
¿Qué cojones le pasaría a esta? Lo que me faltaba, ahora que por fin daba por finalizado el puto día viene esta a darme la brasa.
– A ver ,Eva. ¿Qué pasa?
Se echó a llorar, hablaba y no se le entendía nada, balbuceaba y se le caían los mocos.
– Max, estoy harta, todos me tratáis igual, no me lo merezco. Lo único que queréis de mí es follar, y siempre tengo que ceder a lo que vosotros queréis, nunca me dejáis hacer nada que me apetezca. Si juego a que no quiero os enfadáis y si no juego me pilláis por banda, os corréis en dos minutos y me echáis a la puta calle.
– Lo siento, Eva. Nunca lo había visto de esa manera. Lo siento de verdad.
Me dio mucha pena, tenía razón, siempre la tratábamos mal, pero es que ella también se prestaba a ello. Parecía un imán de problemas y la fama de chica fácil se la ganaba a pulso.
– Sí, lo sientes, pero la próxima vez harás lo mismo. Si quiero jugar un poco, me echarás a la calle.
– Tú tienes la culpa de que te pasen estas cosas, parece que te guste que te traten así. Siempre vas con lo peor de cada casa y nunca dices que no. Si no te entregaras tan rápido, igual la gente se lo curraría un poco más para intentar seducirte. Todos saben que invitándote a un par de cervezas y a una raya ya tienen el trabajo hecho.
– ¿Tú crees que es por eso?
– Pues claro que es por eso. ¿Para qué coño nos lo vamos a currar contigo, si vemos que no hace falta? Si desde la primera cerveza que te invitamos ya sabemos que acabaremos en la cama.
No dejaba de llorar, me daba mucha pena. No podía echarla de casa así.
– Eva, ¿quieres quedarte a dormir?
– ¿Me querrás follar, verdad?
– Tranquila, no te preocupes. Me he empastillado para poder dormir, puedes estar tranquila. Métete en la ducha y vente a la cama. Mañana será otro día para los dos.
Me quedé dormido mientras oía caer el agua de la ducha. Me desperté a las dos de la tarde. Eva seguía durmiendo. Estaba empalmado pero no podía despertarla para follar. Después de lo que habíamos hablado por la noche, sería como confirmar todo lo que ella pensaba de los hombres.
Me tiré en el sofá y empecé a masturbarme, aprovechando que la tenía hermosa como cada mañana. Eva se levantó y me pilló con las manos en el asunto. No dijo nada al verme, se acercó y se echó conmigo en el sofá. Me cogió la polla y empezó a pelármela imitando mis movimientos.
– ¿Es así como lo haces?
– Sí, Eva, es así.
– ¿Te gusta cómo lo hago?
– Sí, mucho. No pares.
Allí estaba ella volviendo a las andadas, haciéndole una paja a desgana a un tío que anoche la echó de su casa. Seguía masturbándome sin ni siquiera acariciarme, sin ni siquiera darme un beso, sin chupármela. Era fría como el hielo.
– Me corro, Eva. Me corro.
Ella simplemente se apartó un poco para no mancharse y fue a por papel higiénico para que me limpiase, como si mi semen fuese venenoso o algo por el estilo. Cero pasión, cero lujuria, cero ganas.
– Por estas cosas es por lo que los tíos van a lo que van contigo.
– ¿Qué quieres decir con eso?
– Que si le pusieras pasión al asunto y te hicieras un poco más la difícil, quizás los tíos te respetarían más. Te has comportado como una pajillera del cine Arnau, los tíos te dan lo que tú les das, ni más ni menos. Van a lo que van porque es fácil conseguirlo, solo por eso.
– Entonces, según tú ¿qué es lo que tengo que hacer?
– Yo no sé que es lo que tienes que hacer, Eva, quizás tendrías que centrarte un poco y madurar. El sexo es divertido y tienes que hacerlo porque te apetece, no por quedar bien delante de tus amigas. Si un día te pasa algo malo con un tío esas amigas pasarán de ti como de la mierda. Mi consejo es que pases de ellas y estés una temporada sin follarte a ningún pieza del barrio. Piensa lo que es mejor para ti y hazlo sin importarte qué pensarán los demás.
– Quizás te haga caso. Estoy harta de que me tratéis así. Si es por mi culpa, haré lo posible para que no vuelva a suceder. Tienes razón, me he acostumbrado a haceros de todo sin recibir nada a cambio, ni siquiera placer.
Se despidió de mí dándome dos besos. Esa paja a desgana es lo único que saqué de ella y sería lo último. Nunca más la vi, desapareció del barrio sin dejar rastro. Pasados los meses me enteré que estaba viviendo en Zaragoza y que se había casado de penalti. Quizás era lo mejor que le podía haber pasado: encontrar novio, casarse y dejar la mala vida.Pasé el día matando el tiempo y pensando en ella y en sus problemas. Me daba pena que una chica así desperdiciara su vida por no tener dos dedos de frente y por dejarse llevar por las malas influencias. Todos éramos unos golfos y buscábamos sexo con cualquiera pero lo hacíamos porque nos gustaba. A ella lo único que le gustaba era ser popular, aunque para ello tuviese que comerse todas las pollas que se le pusieran por delante. Toda una pena.
Se hizo de noche y me metí en la cama, pastillazo al canto y a dormir. Mañana será un nuevo día y espero que sea mejor que este, – pensé -.
Yo, al igual que Eva, estaba harto de vivir así. La vida no podía ser solo esto, tenía que haber algo más para mí, aunque yo solo fuese un pobre chico nacido en el barrio chino de Barcelona.