Álvaro Rafael Bustos Ruiz, nacido en Córdoba en 1954. Cantante, compositor y fundador del trío musical Trébol, fue autor de la canción Carmen con la que el grupo saltó a la fama a principios de la década de los setenta.
Tras la disolución del grupo, abandonó su carrera musical y sin oficio ni beneficio vivía con su padre viudo desde hacía once años, que mantenía a Álvaro en su ociosa vida.
Muy aficionado a los libros de brujería, magia negra y exorcismo, el día 4 de enero de 1987, Álvaro mató a su padre, un catedrático de música llamado Manuel Bustos. Le calvó una estaca en el corazón, convencido de que encarnaba el mal y que debía liberar a la humanidad de su presencia. El mismo día de su jubilación, el fiscal del caso Baldomero Casado, repasó los casos que más le habían marcado durante su larga carrera en la Justicia y recordó el crimen de Álvaro Bustos, en la ciudad de Córdoba. «En la casa de los Bustos todo estaba pintado de negro. Las paredes eran negras, las ventanas estaban tapadas con trapos negros. Era horroroso entrar allí, me impresionó»,
dijo el fiscal en unas declaraciones a la prensa.
Como es normal en estos casos, sus amistades y vecinos lo veían como un tipo simpático y agradable con mucho carisma. Sus más allegados afirmaban que era buena persona e era pacifista y conciliador en los conflictos.
Pero tras su fracaso en la música y su vuelta a Córdoba todo cambió en la vida de Álvaro.

Álvaro se obsesionó con los tratados de la brujería, la magia negra y el exorcismo. Empezó a comprar libros de ocultismo, incluida la Biblia Satánica, de Anton Szandor LaVey, fundador de la Iglesia de Satán en EEUU.

Álvaro empezó a construir su particular mundo entre las tinieblas en el altillo de la casa de su padre.
Dicho altillo estaba pintado completamente de negro, incluso suelo, paredes techo y ventanas, incluso los cristales de las ventanas estaban tapados con telas negras.
La pesadilla comenzó cuando Álvaro se obsesionó con la idea de que su padre estaba poseído por el maligno y que tenía que practicárle un exorcismo para salvar al mundo de todo mal. Llegando a creer que él era el mismísimo Mesías elegido para llevar a cabo tan desagradable misión.
La noche del domingo 4 de enero de 1987, Álvaro llegó a su casa y al entrar vio, se supone que bajo alucinaciones, a su padre transformado en la figura del diablo. Fue entonces cuando urdió un plan para acabar con la vida de su progenitor.
En lo que su mente enferma creyó entender según los libros que consultaba, solo podría acabar con la vida de su padre clavándole una estaca de madera en el corazón.
Álvaro descolgó una barra de madera de las cortinas de su dormitorio y empezó a sacar punta a uno de los extremos y la untó con ajo y sal, según decían los libros que consultaba. A medianoche, se dirigió a la habitación de su padre, forzó y comenzó con tan tremendo ritual. Esparció sal por toda la habitación para purificar la estancia y eliminar las malas energías. Descolgó el espejo y lo colocó boca abajo. Según relató en dependencias policiales, Satanás cambiaba de dimensión a través de los espejos, y su padre tenía tan extraño don. Álvaro arrojó violentamente a su padre contra el suelo de una patada, ambos forcejearon y, cuando el joven logró ponerse encima, sacó la estaca de madera y se la clavó en el corazón. “Vade retro, Satanás. Vade retro”, gritó al tiempo que cometía el crimen. El golpe seccionó el corazón del padre, además de los pulmones y la columna vertebral ocasionándole una muerte instantánea. Se pasó las veinticuatro horas siguientes vigilando el cadáver para evitar la reencarnación de Satanás. Después, envolvió el cuerpo en una manta y lo introdujo en su Seat 127 para dirigirse a la montaña más cercana. Su intención era quemar el cuerpo y esparcir las cenizas por el río Guadalquivir.

Al llegar a la finca La Priorita, montó una pira funeraria hecha con tablones de madera. Fue descubierto por el hijo del guardés de la finca y le echó. Regresó a Córdoba sin poder llevar a cabo su cometido.
No le quedaba mucho tiempo antes de que Satanás se reencarnase, así que se le ocurrió cortar los talones de Aquiles a su padre para, en el caso de resucitar, impedir que pudiese andar.
Los testigos aseguraron ver al asesino deambular por las inmediaciones del coche aparcado.
La asistenta de la familia cuando llegó a la casa encontró una extraña nota en la puerta.
La nota decía: “Tómate el día de vacaciones y vuelve mañana”.
La mujer alertó a un familiar de Álvaro, que registraron la casa y encontró una gran mancha de sangre sobre la cama del padre. Entonces, recordó la conversación que tuvo con el músico días antes de Navidad. En ella, el parricida le explicaba que sería iluminado por unas revelaciones que darían la vuelta al mundo. Le había avisado del crimen sin saberlo.
Álvaro acabó entregándose a la policía antes de terminar el ritual de la pira mortuoria. Ya en comisaría, Álvaro relató el crimen, con pelos y señales, aludiendo a que “el Maligno se había apoderado de su padre, que residía en su cuerpo”. Y que incluso le había reconocido ser Satanás y que “una estaca clavada en mi corazón será la única forma de acabar con su vida”.
Durante el juicio el psiquiatra de la defensa afirmó que Álvaro padecía una “psicosis paranoica crónica de la que era imposible recuperarse.
En la mente de Álvaro Bustos era necesario y urgente matar a Satanás y, bajo ese delirio, cometió el parricidio”.
La defensa y el fiscal jefe del caso pidieron la absolución de Álvaro por enajenación mental y su internamiento en una institución psiquiátrica. El parricida y fue absuelto y enviado a un hospital psiquiátrico.
Los psiquiatras del centro temían por la vida de la hermana de Álvaro, de la que también dijo que el demonio habitaba en su cuerpo. Aun así, el exorcista de Córdoba fue dado de alta pocos años después y nada más se supo de él, de la hermana.



