Mi vida musical comienza a muy temprana edad y fue cuando entró por primera vez una guitarra en mi casa. Yo tendría unos seis u ocho años, no recuerdo bien y el tiempo pasado me da vértigo.
De esa manera empezaron la mayoría de guitarristas en este país.
En la época de mi infancia rara era la casa que no tuviese una guitarra apoyada en la pared de algún oscuro y húmedo rincón.
En mi casa éramos tres hermanos y compartíamos los tres la misma guitarra: mi hermano mayor lo dejó al poco de empezar, nunca le gustó lo de rascar seis cuerdas, mi hermano mediano si le pilló afición y de una manera muy fuerte, de hecho hoy en día continua tocándola a un muy buen nivel técnico y dispone de dos guitarras de muy buena calidad.
Pero después llegué yo, el más pequeño con diferencia pero el de digitación más rápida y más oído de los tres.
Con el tiempo esa agradecida y esforzada guitarra compartida llegó a saberme a poco y ya cumplidos los trece años me compré una guitarra acústica de segunda mano por ocho mil pesetas que sigo conservando. Hoy en día esa guitarra está bastante bien considerada y andan muy buscadas por raros coleccionistas.
A los dieciséis años me cansé de tanta guitarra y me compré un bajo de marca nefasta y peor calidad pero del cual me enamoré, y empecé a tocar con músicos mucho más mayores que yo y toqué en diferentes bandas hasta que el ejercito español me secuestró durante más de un año y me envió a la punta más alejada de la península. Solo pude venir dos veces a casa en ese tiempo mientras mis amigos seguían en sus bandas a la espera de que les tocara pasar por lo mismo que yo estaba pasando. La puta mili acabó con muchos grupos y truncó la carrera musical de muchísima gente con talento pero que no tenía la suficiente motivación para volver a tocar y formar una banda con un repertorio decente a su vuelta de tan desdichada aventura militar.

Cuando volví de la mili me pasó lo que le pasó a muchísima gente. Tenía que espabilar y buscarme la vida como nos la buscábamos entonces, que no era otra manera que encontrar un trabajo bien pagado para poder alquilar un piso decente, poder uno comprarse un coche y buscar alguna chica que nos gustase mucho para liarnos con ella y acabar viviendo juntos.
Estas actividades dejaban poco tiempo para la música y algunos la dejamos en stand by durante un prudencial tiempo para poder retomarla con el dinero suficiente para poder adquirir un buen equipo con el que poder empezar a tocar de nuevo y realizar nuevos proyectos.
A partir de ese momento es cuando empecé la peregrinación de banda en banda iniciando unos cuantos proyectos y grabando unos cuantos discos.

Desde entonces he compuesto más de cien canciones que pueden parecer muchas pero que para mí no son las suficiente.
Lo normal es ponerle todas las ganas del mundo en cada proyecto con la única esperanza de tener más o menos éxito y poder vivir de ello.
Al no conseguir el tan ansiado éxito uno se dedica a trabajar en algo relacionado con la música para poder seguir tocando y no amargarse uno la vida en aburridos trabajos de oficina.
De esa manera entré en una sociedad en la que nuestra empresa llegó a ser un pequeño holding con actividades y negocios tan diferentes como eran una tienda de instrumentos musicales, un bar, unos locales de ensayo y la fabricación de amplificadores a válvulas bajo la marca Sinmarc, así como la distribución e importación de instrumentos musicales. Seguro me dejo alguna cosa pero es que no parábamos de iniciar aventuras comerciales por puro placer y con muy poca cabeza, tan poca que a los pocos años estuvimos abocados al fracaso y la ruina.

Con unas cuantas deudas encima empecé a trabajar como técnico de sonido en una sala que durante varios años fue considerada la mejor del mundo por varías guías turísticas. Después de eso seguí haciendo bolos y tocando en las mejores, y peores salas hasta llegar a la actualidad en la que he llegado a tocar en tres bandas simultáneamente, y con más o menos suerte, ahora solo en dos que ya es mucho para el poco tiempo del que dispongo. Una es la que considero mi banda de toda la vida ya que hace veinte años que toco en ella, y la otra un nuevo proyecto muy atractivo y prometedor.

Todo este rollo que he soltado hasta ahora es para contar que todo esto lo hice sin esperar nada a cambio, pero me refiero al reconocimiento personal, no al éxito en cualquiera de los proyectos en los que he participado o realizado en solitario.
Jamás necesité ese reconocimiento personal para seguir adelante o para alimentar mi escaso ego. Y digo jamás porque así lo sentí siempre.
Siempre hasta hace poco que me encontré con un amigo que, como siempre me demostró lo poco que me valora incluso poniendo en duda mi calidad como compositor y como instrumentista. Igual para él no es más que cualquier otra conversación en la barra de un bar, pero para mí representó un antes y un después en mi manera de verme a mí mismo como músico, y hacerme dudar de mi calidad. Lo dicho, me jodió sobremanera y tardé varios días en recuperar la autoestima.

Mi respuesta a esa decepcionante opinión no fue otra que la de; No tengo nada que envidiar a ningún bajista.
Su respuesta; Claro es que tú ya se sabe que siempre…..
Y yo para zanjar tan desagradable tema conteste: No tengo nada que envidiar a ningún bajista, pero mucho por lo que admirarles.
Conclusión: Algunos no cambian ni lo harán, y seguirán tropezando con la misma piedra.
A partir de ese momento es cuando pensé que en mi entorno me valoran personas que son buenos músicos. Que me valoran como persona, como compositor, como productor y como interprete.
Y es con eso es con lo que me quedo, con que me lo digan sin la más mínima vergüenza, a la cara y sin rubor alguno. Eso que a lo que antes no le daba la más menor importancia es de lo poco que actualmente me da mi actividad en la música, que me valoren y me lo digan igual que yo se lo digo a ellos.

Sabemos que este ultimo año debido a la pandemia nuestra satisfacción como músicos fue poca al no poder tocar en directo y no parar de trabajar en ensayos y estudios de grabación.
La mayor satisfacción que he tenido últimamente fue por parte de una mánager, una profesional del sector que no hace mucho se pasó por el local y se hizo una foto de su piel para mostrarnos como se le había erizado al oírnos tocar.

Creo que esa es la muestra más sincera y autentica que he recibido y que casi me ha llenado más que muchos aplausos en conciertos multitudinarios.
Otra muestra de valoración que me encantó y hace que me olvide de las opiniones negativas por parte de personas que en teoría tendrían que valorarte más que un desconocido me ocurrió hace bien poco.
Un día se presentó en el local de ensayo Marc Gili, el alma máter de la banda Dorian. Al hacer un descanso en el ensayo lo primero que hizo fue acercarse a mí para interesarse por mi configuración de efectos y para decirme que toco muy bien. Incluso alguna vez al encontrarme con él me ha presentado como un gran bajista, y al verlo en el backstage del escenario de un festival donde terminaba de tocar ante miles de personas, abrazarme y preguntarme si me había gustado el concierto, como si realmente le importara mi opinión.

En resumen; Son muy gratificantes estas muestras de afecto y valoración por parte de profesionales de la música que me hacen olvidar, en parte, a los que por amistad tendrían que hacerlo y no lo hacen… Incluso poniendo en duda mi calidad como músico.
Mientras tanto yo me quedo con que algunas personas que valoro me dé su positiva y sincera opinión sin sentirse por ello menos que yo.
Gracias Marc Gili, por decir lo más adecuado, en el momento más oportuno y cuando más lo necesitaba.

