
La leyenda de la tumba de Jesús es una buena fuente de ingresos en la zona gracias al turismo que llega para ver semejante prodigio.
Los habitantes de la zona afirman que Jesús no murió a los 33 años, sino que vivió en realidad hasta los 109 años. El que fue crucificado en Jerusalén fue su hermano. Jesús se casó y tuvo tres hijas.
Estas afirmaciones forman parte de la creencia de un pequeño grupo de cristianos que residen en Shingo, un pueblo del norte de Japón.
Shingo está situado entre montañas y atrae cada año a unos 20.000 peregrinos y turistas que visitan el lugar conocido como «Museo de la Leyenda de Cristo».
A Cristo, en realidad, en este remoto paraje japonés lo llaman Daitenku Taro Jurai. Y el lugar de su sepultura es un montículo de tierra con una enorme cruz de madera.
«Es solo una atracción turística, para hacer dinero», dice el sacerdote católico que vive cerca del museo.
Pero, ¿cómo un grupo de personas que viven tan lejos de Jerusalén termina creyendo que Jesús vivió largos años entre ellos, murió y fue enterrado en su pueblo? Todo viene de una creencia del siglo XVII.
De acuerdo a la información entregada por el «Museo de la Leyenda de Cristo», cuando Jesús tenía 21 años viajó a Japón para aprender más de las otras religiones que existían en el mundo.
Ese detalle, anota el grupo de creyentes, explicaría los años ocultos de Jesús, de los que nada dicen los relatos bíblicos.
Allí estuvo hasta que cumplió los 33 años, cuando regresó a Jerusalén para continuar predicando.
Todos sabemos como terminó Jesús, crucificado por los romanos.
Pero, según la leyenda japonesa, Jesús cambia los papeles con su hermano, conocido en Japón como Isukiri. Así logró escapar de Jerusalén, dejando a su hermano clavado en la cruz, y emprendiendo el viaje de vuelta a Japón, con dos reliquias, con las que llegó hasta Shingo: una oreja de su hermano crucificado y un mechón del cabello de su madre María. Estableció su residencia en Japón, donde se retiró y formó una familia. Finalmente fue enterrado en el lugar donde hoy se erige la enorme cruz de madera.
Según unos rollos escritos del siglo XVII que curiosamente desaparecieron durante la II Guerra Mundial, los habitantes de la zona creen que los Sawaguchis, cultivadores de ajo de la zona, son los descendientes directos de Jesús. Aunque los Sawaguchis, la mayoría no crean en Jesucristo, ya que la mayoría de ellos son budistas o sintoístas.

El origen de la leyenda
Esta creencia surge de la mezcla de varios relatos: los mitos de misioneros cristianos enterrados en las cercanías, el afán de un alcalde de atraer turistas y las elucubraciones de arqueólogos oportunistas.
De acuerdo al periodista Winifred Bird, no hay una fecha exacta en la que se haya dado la creación del lugar «sagrado», pero hay un registro de que en la década de 1930 se comenzó a hablar sobre el supuesto sitio donde existía la tumba de Cristo.
En 1935 llegó a esta región un religioso que había leído unos documentos donde se señalaba que Cristo estaba enterrado en Japón.
Cuando llegó al lugar, le mostraron dos montículos de tierra cubiertos de bambú. El religioso declaró que sin lugar a dudas, uno era el lugar donde estaba enterrado Jesús y el otro, donde yacía el fragmento de su hermano.
A estas declaraciones se unió el empeño del alcalde de la población, quien vio en el asunto de la tumba de Cristo una oportunidad de negocio turístico.
Pero, ¿los locales creen en la leyenda?
Ellos dicen que el turismo es su mayor fuente de ingresos.
Otros son más escépticos: «Por supuesto que lo de las tumbas es una mentira. Sin embargo, hay algo que puede sugerir que en esta región sí ocurrió un hecho inédito y espiritual», agregó otra habitante de la zona, en alusión a la leyenda..

Arriba la recreación de lo que se cree que fue la cara real de Jesús de Nazaret, todo lo contrario a las imágenes a las que nos tienen acostumbrados que más bien un hombre nacido en Judea tiene aspecto de pertenecer a la raza aria.

