
UN BESO ROBADO
Me robaste un beso mientras mi cálida mano acariciaba tus pechos que se dejaban ver entre los pliegues de tu generoso escote…y yo me dejé.
Te robé un beso mientras mis ya ardientes manos paseaban inquietantes entre tus muslos temblorosos… Y tú te dejaste.
Nos revolcamos sobre el sofá del altillo de aquel infesto bar tan sucio como nuestros pensamientos.
Tus uñas arañaban mi espalda, mientras las mías acariciaban la tuya y torneaban tus pechos camino a tu entrepierna caliente como un demonio… Y te dejaste hacer.
Dejaste que te robara otro beso pero esta vez más caliente y más abajo.
Con mis traviesos dedos bajé tus braguitas de algodón rosa que se deslizaron suavemente por tus infinitas piernas.
Acaricié tu entrepierna muy lentamente y abrí con sumo cuidado lo que más deseaba en ese momento.
Hundí mi lengua en tu húmedo sexo y me vi envuelto en un efluvio interminable de líquidos celestiales… Gritaste, y paré.
La sangre dejó por un momento de llegar a mi cerebro y mis pensamientos se tornaron confusos y nublados, pero tú, con tus carnosos y jugosos labios conseguiste que se disiparan haciéndome lo que solo tú sabes hacerme… Grité, y paraste.
Yacimos envueltos en sudor y deseo sobre aquel mugriento sofá apenas unos segundos.
Segundos interminables con el excitante temor de ser descubiertos y con el irrefrenable deseo de continuar y llegar al final.
Uno, dos, tres segundos y me abalancé sobre ti mordiéndote suavemente el cuello.
Hundí mi miembro en lo más profundo de tu ser y giramos y caímos, y gritamos y nos desvanecimos con la nariz impregnada de nuestros lascivos olores mezclados con los que subían maliciosos por las escaleras que daban al bar.
Olor agridulce de pasión mezclado con aroma de maldad.
Yo te robé un beso.
Me robaste tu otro a mí.
Pero al marchar, algo más te robé yo a ti.
La mitad de tu alma que ya no me deja vivir.