“¿Hacemos un vermut?”
Una expresión con un siglo de historia

Sobre las virtudes del vermut podrían llenarse páginas, sobre todo por su sabor y la liturgia de acompañarlo entre amigos o familiares con algún tipo de conserva, encurtido y patatas chip en forma de aperitivo. Esta costumbre tan mediterránea proviene de Italia, del antipasti, toda una institución nacional, al igual que el origen de la bebida. Aunque su uso inicial fue con fines médicos, concretamente para abrir el apetito, durante el siglo XIX muchos intelectuales italianos sustituyeron el café de media mañana por esta bebida alcohólica, acompañándola con algo de comida, para debatir sobre los temas de actualidad en los cafés italianos de la época. Esta costumbre pronto se hizo popular en el resto de Europa, sobre todo en Francia y España.

Los orígenes del vermut en Barcelona

El vermut se popularizó en Barcelona en 1902 de la mano de Flaminio Mezzalama, un empresario de Turín, Italia, que abrió dos locales que fueron las primeras vermuterias de la ciudad y se dice que de todo el estado.

Flaminio Mezzalama, representante de Martini Rossi en Barcelona.

El Torino estaba situado en el Passeig de Gràcia, y el  Grill Room, renombrado así en 1911, en la calle Escudellers. En sus dos bares, de estilo espectacularmente modernista, introdujo la marca de vermut Martini & Rossi de la que era representante. Algo muy novedoso para la época pero que actualmente ya es un clásico de toda la vida.

Ha llovido mucho desde 1902 y tanto la sociedad como sus gustos a cambiado pero el rito del vermut los domingos sigue intacto, con muchas variantes sobre el original, pero intacto.

La expresión «hacer el vermut»

En otras partes se le llama aperitivo, picoteo o tapéo, y se dice “vamos de tapéo o de cañas”, pero no eres de Barcelona si no dices “vamos a hacer el vermut”, una expresión que no significa fabricar vermut, si no una traducción literal del catalán de “Fer el vermut” , que era como se decía a principios de siglo XX.

Hacer el vermut se puede hacer de muchas maneras pero la más típica es tomarlo con un chorro de sifón y dando buena cuenta de unos deliciosos berberechos, almejas, navajas o mejillones, todo en conserva por supuesto, y también de olivas, que no aceitunas, con una bolsa de patatas chips, para “sucarlas” en el jugo de las conservas, aderezado con salsa Espinaler.

Recuerdo pasar en los años ochenta por la N-II a la altura del Maresme y ver esas casas coloniales medio derruidas con sus fantasmagóricos y selváticos jardines abandonados. Una imagen decadente de la zona donde a pie de carretera se veía todo tipo de comercios cerrados y medio destruidos, nada que ver con la imagen actual que ofrece la zona.
Un día paré en Vilassar de Mar y entré en una bodega. Mi sorpresa fue que estaba especializada en vermuts y me gustó que también era despacho de tabacos, medio bar, medio estanco. 
Aquella bodega con los años se hizo muy popular. Estamos hablando de la Bodega Espinaler. Actualmente, vende sus productos a todo el mundo y están presentes en las estanterías de los supermercados. Patatas chips, olivas, conservas varias y sobre todo su más famoso y preciado producto: la salsa Espinaler, tan imprescindible en todo vermut que se precie. 

Tipos de aperitivos según la época

En los años setenta, los más o menos adinerados hacían el vermut antes mencionado. Es decir, berberechos, patatas, olivas y vermut con sifón, pero las familias más humildes solían pedir un vermut para el padre, y un Bíter Kas para la madre, acompañado con unos berberechos con olivas y patatas para los dos. A los niños directamente nos daban un Trinaranjus con dos vasos y, como mucho, una bolsa de ganchitos sabor a queso.

Recuerdo que en los primeros años ochenta en el Quimet & Quimet (1914) de la calle Poeta Cabanyes del Poble Sec de Barcelona, calle donde nacieron Sisa y Serrat, ofrecían un vermut económico por treinta pesetas. De adolescentes ya éramos clientes asiduos y disfrutábamos del económico vermut que consistía en un vaso tamaño pequeño, tipo chato de vino, lleno de vermut de grifo, acompañado de un pequeño plato, tipo café con una cucharada de berberechos que salían de una enorme lata.  

Otra modalidad pero algo diferente y más económica era la de cambiar el vermut por la cerveza y acompañarla con patatas y cortezas de churrería. En La Churre de la calle Blai del Poble Sec todavía se hace. En el local se junta la gente que desayuna chocolate con churros con los que ya hacen el vermut, ya sea con conservas y vermut o con cerveza, patatas y cortezas. 
Delante de La Churre está la Bodega La Tieta, donde también se hacen buenos vermuts de los que nos gustan, los de cualquier hora del día o la noche.

Un domingo típico en Barcelona, después de hacer el vermut cuando eramos pequeños, allá por los años 70

Algo típico de domingo por la mañana en familia, después de hacer el vermut, es la parada obligatoria en la pastelería del barrio para comprar el tortel de nata y una botella de cava, entonces champan. Y si el bolsillo lo permitía, un buen pollo a l’Ast para dar buena cuenta de todo ello, momentos antes de la dominguera siesta en el sofá, con la tele en blanco y negro encendida y, posiblemente, viendo algún programa del primer canal de TVE, presentado por José María Iñigo. 
Hacer el vermut es una tradición que tuvo sus momentos de decadencia pero, por suerte, a vuelto con más fuerza que nunca para quedarse entre nosotros para siempre. Ya no es necesario que sea domingo para entrar en cualquier bar para hacer el vermut. Cualquier día y hora es bueno para darse un homenaje como antaño.
Hace unos años se puso de moda en los bares ofrecer música seleccionada por un DJ en sesión vermut, es algo que, según mi opinión, renovó el ocio de las mañanas de domingo y fomentó la vuelta de tan entrañable tradición. No hay nada más placentero un domingo por la mañana que estar en una terraza haciendo el vermut, después de pasear por las ofertas culturales del barrio, o después de comprar unos libros o cómics en las paradas del mercat de Sant Antoni, otra buena zona vermutera hoy en día.