Se cuenta que mucho tiempo antes de que el navegante Maians llegase a la isla, dos jóvenes de buena familia se enamoraron pero el padre de ella al cual no le gustaba el pretendiente decidió encerrarla en una torre en la isla que podía verse desde la playa y esta isla no puede ser otra que L´ílla de Maians. Cada noche la joven prometida ponía en la ventana de la torre un farol que servia de guía a su amado, el cual debido a la oscuridad se aventuraba sobre las olas en una pequeña embarcación, siguiendo con los ojos y el corazón la luz que le orientaba hasta llegar a la isla de la cautiva. Toda la noche la pasaba al pie de la torre hablando con su amada prometida hasta la llegada del alba que regresaba a la ciudad bajo los primeros rayos de sol. Una noche el joven enamorado se retrasó más de lo normal, cuando por fin llegó tuvo una conversación con ella, la cual paso a relatar:

Déu vos guard, el meu amor, molt me dol vostra tardança,
gairebé m’heu fet pensar que m’havíeu oblidada.
–No és així, la meva amor, no és així, la noble dama:
per poder-vos veure a vos m’he tingut de dar al diable
al diable de la mar, el que ajuda a passar l’aigua.
De veure-us prou us he vist, però tinc l’ànima damnada!
-Romanç popular catalá-

Dios te bendiga mi amor, mucho me duele tu tardanza,
casi me habéis hecho pensar Que me teníais olvidada.
No es así noble dama: Por veros a vos me he tenido que dar al diablo, al diablo del mar, el que ayuda a pasar por el agua.
De veros mucho que os he visto, pero tengo al alma donada.
-Romance popular catalán-

Las supersticiones de la época hacían creer que en el mar que separaba la playa de la isla habitaban demonios marinos con la piel llena de escamas y de color azul como el mar.
Al ser seres anfibios habitaban indistintamente en el fondo marino o en las playas cercanas, su principal ocupación consistía en urdir encarnizadas batallas entre peces y otros demonios y al remover las aguas con su frenética actividad provocaban grandes tempestades.
Exigían tributos a los marinos que navegaban por los mares, de los cuales se sentían legítimos amos y señores, estos tributos solían ser las almas atormentadas de los navegantes.

03 LEYENDAS (MARZO 2018)